Desde el nacimiento de la sociedad de consumo, mucha gente ha criticado que la vida útil de los
productos fabricados industrialmente es acortada por sus propios fabricantes,
provocando toda clase de averías en ellos para asegurarse una demanda constante. Este fenómeno, llamado obsolescencia programada, ha sido
negado por la industria hasta la saciedad, pero lo cierto es que
existen numerosos ejemplos que parecen dar la razón a quienes defienden su
existencia.
A continuación se muestra una lista de los objetos sospechosos
de haberse creado para fallar:
1.- Cartuchos de tinta: Además
de que en algunas ocasiones los cartuchos de tinta pueden resultar más caros
que las propias impresoras en las que se emplean, estas poseen un microchip que
impiden continuar imprimiendo cuando uno de los colores disminuye hasta un
nivel determinado, obligando a reemplazar el cartucho aunque aún quede tinta en
su interior.
2.- Videojuegos: Normalmente cada vez que un fabricante
lanza una nueva versión de sus consolas, se deja de fabricar juegos compatibles
con las anteriores. Del mismo modo, los juegos antiguos no suelen ser
compatibles con las consolas más evolucionadas y en muy poco tiempo, aparatos y
juegos se convierten en tecnología obsoleta.
3.- Software: Muchos
sistemas operativos y programas informáticos suelen incluir en sus
actualizaciones mejoras y variaciones en sus formatos de archivo que son incompatibles
con las versiones previas, lo que obliga a los usuarios a actualizar todos sus
dispositivos. Además, en muchas ocasiones, las mejoras en los sistemas
operativos no se pueden instalar en los aparatos más antiguos, tal y como
ocurrirá con la próxima
versión de Apple, iOS 8, provocando que
muchos iPhone 4 completamente operativos queden obsoletos de la noche a la
mañana.
4.- Los libros de texto: Los
cambios que casi cada año introducen los editores en los libros escolares hace
que los colegios pidan a sus alumnos la última edición de los textos, acabando
con la tradición por la que los hermanos menores «heredaban» los libros que
habían estrenado los mayores. La consecuencia es un mayor gasto para las
economías familiares y un incremento en el consumo de papel.
5.- Coches: El
Ford T, además de inaugurar la producción automovilística en cadena, era conocido
por sus líneas toscas y su durabilidad, mientras que General Motors optó por
fabricar coches más estilizados, aunque menos fiables. El diseño se convirtió
en uno de los aspectos principales a tener en cuenta a la hora de adquirir un
coche. Las modificaciones en el diseño y, por tanto, la presión para tener el
último modelo, son continuas. Además, para animar a sus clientes a cambiar de
coche, los fabricantes dejan de fabricar algunos repuestos cada vez más pronto.
6.- Baterías y equipos
electrónicos: Quienes
defienden la existencia de la obsolescencia programada aseguran que muchos
aparatos electrónicos traen su vida útil programada desde la fábrica. Baterías
que admiten un ciclo máximo de cargas y que no pueden ser sustituidas,
impresoras que dejan de funcionar al alcanzar un número determinado de
impresiones o lavadoras que se estropean al superar cierta cantidad de lavados
sin posibilidad de ser reparadas son los ejemplos que suelen poner.
7.- Bombillas: Aunque la intensidad con la que alumbran no
sea la misma que cuando fueron fabricadas, en algunos museos todavía pueden
verse bombillas que llevan más de cien años encendidas. Sin embargo, a pesar de
las promesas de la publicidad, las actuales no suelen durar más de dos años.
Los defensores de la obsolescencia programada aseguran que los fabricantes
decidieron rebajar la calidad de las lámparas para conseguir que fallaran y
mantener las ventas que aseguraran la rentabilidad de su negocio. De hecho,
aunque nunca se ha demostrado, una teoría asegura que en los años 40 un lobby
de fabricantes de bombillas presionó para limitar la duración de las bombillas
a mil horas.
Fuente: http://www.abc.es/tecnologia/redes/20140605/abci-fallar-productos-tecnologia-obsolescencia-201406050931.html
Andrea Merlos